El silencio. No se me ha ocurrido mejor tema para hablar esta semana. Sinceramente, pienso que es algo que debemos saber afrontar y practicar. Y mucho. Me explico. Esta semana he tenido la oportunidad de vivir la experiencia del camino de Santiago. La primera vez en toda mi vida y solo tres jornadas. Se me ha hecho demasiado corto, no había más tiempo. Pero pienso repetir, no sé aun cuando pero lo haré.
A lo largo de estos tres días he tenido tiempo para caminar en silencio dejando que mi mente hablara sobre muchos de los temas más importantes de mi vida. Muchas veces con miedo a escuchar cosas que no gustan e, incluso, con lágrimas en los ojos al tocar aspectos más personales. No obstante, con actitud e ilusión para crecer, para autoconocerme y llevarme ideas con las que tratar de ser mejor y más feliz. De eso se trata, de poner cada día lo mejor de uno mismo para lograr hacernos mejores a nosotros mismos y a los demás.
Llevado al campo laboral, ¿qué conclusiones he sacado? ¿Qué objetivos traigo en la mochila para mí día a día con nuestros clientes? Bueno, esto es algo más personal pero estoy seguro que redundará positivamente en mi trabajo con ellos. De arranque unas ganas inmensas de sentarme con ellos y escucharles y de saber que aplicaré lo aprendido estos días para aportarles más cada día.
Creo que todos debemos plantearnos parar, aunque sea unos minutos de vez en cuando, para tratar de escuchar lo que nuestro cuerpo y mente nos trata de decir. Acostumbrados como estamos a correr a todas partes, no sabemos leer las señales que nos mandan cada día, los matices, las ideas. Al final tomamos decisiones casi automáticas, sin pensar en los detalles ni en lo mejor para el conjunto. Y es cuando al final paramos, porque ya no podemos más, cuando pensamos que quizás las cosas se podrían haber hecho mejor.
